¿Alguna vez has leído una noticia sobre violencia que te haya conmocionado? ¿De las que te hacen sentir horrorizado? Como la muerte del niño sirio en playas turcas en 2015. Estaba tratando de huir con su familia de los fuertes enfrentamientos entre el Estado Islámico y los combatientes kurdos. Conflicto que ha destruido a ciudades enteras.
Los atentados en grandes ciudades como Nueva York, Paris, Las Vegas. Masacres en escuelas, en fin, de las que se hacen virales en minutos y muchos lloramos. Nos unimos en cadenas de oraciones sin distingo de nacionalidad, manifestamos nuestra indignación por nuestras redes sociales. Estoy segura que te ha pasado alguna vez.
En esos momentos pedimos que un tercero acabe con la violencia en el mundo. Algunos se lo piden a Dios, otros a sus gobernantes u organismos internacionales. Pero la gran mayoría no somos conscientes que la violencia se enseña en casa. Que somos cada uno de nosotros los que estamos diciéndole a las nuevas generaciones que la violencia es el camino para resolver cualquier diferencia.
Cambiemos el enfoque
Durante años se creyó que pegarle a los niños para “educarlos” era lo correcto y más conveniente. Muchos de nosotros fuimos criados de este modo. Hoy en día muchos padres, siguen creyendo que esa afirmación es cierta. Lo demuestra un estudio reciente publicado por la Unicef. Revelan que unos 300 millones de niños entre 2 y 4 años (1 de cada 4) sufren agresiones físicas y psicológicas por parte de sus cuidadores.
Elizabeth Gershoff, profesora de la Universidad de Texas, quien lleva más de 15 años estudiando el castigo corporal. Ella dice que es cuestión de tomar consciencia y cambiar el enfoque de educación que le damos a la infancia. Hoy en día sabemos mucho más sobre las cosas que le duelen a los niños y sus consecuencias y el tipo de cosas que los ayuda.
Ya es hora de hacernos responsables de cambiar el panorama de los hechos violentos que no queremos seguir viendo en el mundo. Una manera es enseñando a nuestros hijos desde nuevos enfoques y perspectiva. No podemos continuar justificándonos que con nosotros lo hicieron así y estamos bien. Cuando todavía siguen existiendo hechos violentos que nos erizan la piel.
Si le pegas a tu hijo por el motivo que sea, si lo humillas o lo chantajeas, solo le estás enseñando que las diferencias se resuelven con violencia. Que es válido imponer su punto de vista a la fuerza. Con permiso de pisotear a quien considere más débil y dejarse violentar por quien considere más fuerte. Que la razón, la empatía y la comprensión del otro no son válidas para convivir.
Ahora que ya sabes que puedes ser parte del cambio que quieres ver en el mundo, manos a la obra. No te voy a mentir educar con nuevos referentes a los que vivimos en nuestra propia infancia es muy retador, pero tendrás la seguridad que estarás aportando tu granito de arena para un mundo libre de violencia.
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