Las palabras tienen una energía kinestésica (sensación física) cuando se pronuncian. Así, las palabras amor y alegría producen algo totalmente diferente en el cuerpo a las palabras miedo u odio.
Respira y chequea qué te produce la palabra compromiso. Etimológicamente viene del latín compromissum. Es decir, promesa, declaración de que algo va a hacerse sí o sí a futuro, obligación. En su otra acepción compromiso también significa problemas, “estar en un compromiso”.
Compromiso y promesa se fusionan en la idea de que una vez que acuerdas, indefectiblemente debes permanecer allí con lo que quiera que sea que hayas empeñado tu palabra, tu sentir o tu acción. Estas palabras sencillamente han demostrado su poca fuerza a lo largo del tiempo. Porque sencillamente somos sistemas orgánicos cambiantes. Y la palabra o la acción fija no pueden ser estáticas, sobre todo cuando no hay ni siquiera un lapso determinado de tiempo.
¿Con quién es el primer compromiso y con base a qué?
El primer compromiso es con la preservación de la vida. Luego, con nuestros valores, nuestra esencia. Por tanto el compromiso no puede menoscabar la honestidad, la sapiencia o ningún otro valor que consideremos nos enmarca. Sobre todo porque comprometer la palabra o la acción no necesariamente implica un valor “per se”.
En tercer lugar, siempre tenemos el derecho divino a elegir y volver a elegir. Para que el sentimiento sea ecológico con nosotros mismos y el entorno. Elegir a cada instante, día a día en pro de nuestra paz, felicidad y aporte a la sociedad a la que pertenezcamos, es sencillamente un derecho divino.
De lo contrario sería fácil dejarse golpear por la pareja después de unidos en nombre del compromiso adquirido. O terminar una carrera universitaria aunque me haya dado cuenta que no me guste. También entrar y permanecer sencillamente donde ya no esté cómodo en nombre del compromiso. ¿Compromiso, con quién?
Sin embargo, no estoy aquí, para quitarle el valor a los acuerdos. En algún momento y bajo la más loable sinceridad se hiceron con los otros. Romperlo y dejarlo sin solución ya no sería un problema de compromiso, sería falta de integridad.
Pero sí en algún momento se hubiese de elegir entre las posibilidades de dañar a pocos o a muchos en cuanto a la perdida de la ética, el compromiso inexorablemente debe inclinarse al bien común de muchos. La promesa de la voluntad por cumplir debe ser expansiva y fiel a lo propio, a la mayoría, con ecología, coherencia y flexibilidad.
Cuida con qué te comprometes
En ocasiones los compromisos, sobre todo familiares, cuando son excesivos crean mucha infelicidad. Por el deseo de pertenencia al Clan, grupos repiten y repiten patrones, hábitos y conductas. No les conducen a mayor realización personal, familiar o colectiva.
Todos son docentes, doctores o trabajan en el negocio familiar que no siempre permite el desarrollo del propio talento. Todos sufren de diabetes, o hipertensión. Se comen determinados platos en las fiestas o la lealtad ciega al Clan familiar incluso puede ir más allá, no solo repitiendo valores sino antivalores también, por lealtad al Clan se cometen actos terribles. Es por ello, que el compromiso, es con lo Superior, con sí mismo y con lo que nos rodea de la forma más ecológica posible.
El mayor compromiso por tanto es personal, con los propios valores, el bien común, el “darse cuenta” de la intuición y la lógica, para fusionarla a algo mayor, aunque necesariamente signifique hacerlo diferente al grupo de origen e impulse a volver a elegir, recordar el derecho divino a ello, sin sentir culpa o vergüenza. Entenderlo, implica soltar la inocencia ciega hacia el Sistema Familiar para hacerlo desde una visión adulta y sabia.