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Feliz Vida

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Desde hace poco he adoptado la costumbre de empezar a celebrar mi cumpleaños con semanas de anticipación. Hago preparar tortas y con cada grupo querido las comparto. Podría ser una práctica excéntrica sin duda. Pero esta se hace más interesante si le agregas un tema por año. Cada día vas accionando algo relacionado con el tema escogido un mes antes de que llegue la fecha. Mi primer tema fue la India y sus elefantes.

Al acercarse la fecha de mi cumple me invade un sentimiento de gratitud y amor propio que se desborda hasta los confines de la galaxia. Y a todo el que se anime de buen talante lo conquisto para la celebración.

¡Es que la vida no puede más que celebrarse! Que uno tenga salud, seres con quienes compartir. A quienes amar y la posibilidad de utilizar tu talento es una bendición muy grande.

Resistencia a la Conciencia Colectiva

 

Es conocido que existe la consciencia colectiva. Esta tiene una sabiduría innata perteneciente a un campo mayor de frecuencia. Actúa como un espíritu grupo y celebra o protesta lo que considera según la pulsión.

Pues bien, en algún lugar leí, que ir en contra del sentimiento de celebración colectiva, implica un gran desgaste energético. Y la verdad es que creo la premisa. De adolescente me la pasaba peleando con la Navidad. Me parecía injusto ese consumismo abrasivo a costa de otros que en ocasiones no tenían ni que comer. En realidad, estaba en contra de todo. Del día de los enamorados, del día de la madre, del padre, del niño, de reyes. Los cumpleaños me parecían un absurdo ¡Celebrar que uno se pone viejo y se va a morir! ¡Puff!

Y la pasaba fatal, en mi cumpleaños, en el de los allegados, en las fechas festivas y patronales. Terminaba entre deprimida y cansada. Me acostaba a dormir al mejor estilo Grinch.

Cuando empecé a cambiar mi percepción de las celebraciones, esto dejó de suceder. Logré reencuadrar que pertenecía a una raza (la humana), a un grupo (latinos). Que se movía con inteligencia propia y superior, comencé a confiar en su resonancia de alegría.

Le di otro significado a mi cumpleaños. Ya no celebro que me pongo más vieja.

Celebro que ¡estoy en la vida!

 

En cuanto al día del padre y de la madre celebro su grandeza de pasarme la vida y permitirme pasarla también a través de sus nietos. Celebro la vida de mis hijos que a su vez celebran que soy su madre. Y la de mi esposo por acompañarme en el proceso. También celebro el día del niño porque no hay más tierno que sus sonrisas.

Además, celebro el día de halloween y de los muertos porque creo en la magia y  por los que ya no están. Que siempre tendrán un lugar en el corazón. La navidad porque es la época del año que nos permitimos compartir a manos llenas. Porque renacemos a un año nuevecito y sin estrenar (como dice Mafalda). He aprendido a hacer mi arbolito como representación del árbol de la vida de los cabalistas. Y el nacimiento como símbolo de la fusión eterna de lo masculino y femenino para generar vida.

En realidad, ahora todo lo que pueda celebrar lo celebro, semanas antes, mes antes sí es posible, porque todo gira básicamente sobre lo mismo para mí, poder estar, existir aquí y ahora justo junto a los seres que amo y escogido en el camino. Y eso, ¡te incluye! Así que, Feliz Vida, aunque le pongamos el nombre que sea a la celebración.

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