Emprender es dar lo que ya está en ti y que sale de forma natural, simple y abundante.
Es un proceso de abrirnos ante la inmensidad de este universo, y prometernos que no nos llevaremos nada a la tumba.
Todo lo que somos y tenemos, sólo por podemos dar en vida.
Hasta ahora, el emprendimiento se ha visto como un proceso mental, donde se necesitan ciertos pasos, o métodos, o fórmulas para llegar de un punto A hasta un punto B.
Evidentemente existen vehículos que nos facilitan el camino. Pero tu destino no es del gurú. Lo único en lo que puedes apoyarte es en llegar caminando, en bicicleta o en un Ferrari.
Mi mente racional me pidió para sentirme emprendedora, un programa de un año de duración y 10mil Euros (sin incluir pasajes aéreos por varios países de Europa, alojamientos y comidas).
Quería «saber» porque mi premisa era que yo no era suficiente con lo que era y con lo que tenía para ofrecerme al mundo.
Y mientras más aprendía, más sentía que me faltaba esa pieza que me haría llegar a donde mi mente decía que estaba la solución. Hasta que un día paré, callé la voz de insuficiencia y corté con todo lo que parecía “la solución de mi éxito”.
Hoy día, ya con un libro auto-publicado (que pocos conocen), tres programas con casos de éxito en varios países y a puertas de crear una empresa que dará estructura a una expansión inexorable, me tomo estos párrafos para contarte lo que realmente necesitas para emprender, tengas poco o tengas mucho.
Conectarte:
Esto implica reconocer que ya tienes la experiencia que te lleva a ayudar al otro.
El mundo del emprendimiento nos hace creer que si sigues a un gurú específico, vas a llegar a un lugar soñado.
Muchas veces pagas para que alguien te haga el trabajo de reconexión que no te da la gana de hacer. O que consideras que no es tan importante hacer.
Como te conté, a mí me costó la cantidad arriba indicada «entender» cómo se maneja el emprendimiento pensando que algo me faltaba.
En realidad yo emprendo desde que tengo 5 años, haciendo primero etiquetas para cuadernos que vendía en el colegio, y luego haciendo vestidos de muñecas.
También emprendí haciendo lencería de baño, de cocina y otras decoraciones a los 17 años. Sé ofrecer lo que hago porque lo hago desde el corazón, no desde el bolsillo ni de la mente.
Escuchar:
La revolución industrial nos enseñó que el mundo de los negocios estaba basado en productos.
Luego vino el tercer sector, el de servicios, pero también era manejado desde la visión del producto. La consigna era crear algo, para luego ofrecerlo.
El marketing era ese gasto innecesario para saber si remotamente a alguien le gustaría lo que ya está creado.
Con todo lo gratis y disponible que hay en el mundo, emprender es cada vez más sencillo.
La clave de todo está en la capacidad de escuchar a la gente incluso antes de crear algo. Resolver un problema a una persona es resolverle el problema a cientos de personas. Co-crear.
No tienes que convencer a nadie, no tienes que manipular nada. La gente llega porque siente que puedes ayudarlos.
Servir:
A mí llegan muchas personas con mentalidad emprendedora (que no necesariamente es espíritu emprendedor) y me preguntan: ¿Cómo hacer para crear mi propio negocio?
¿Cómo soltar mi empleo y hacer eso que tanto amo?
¿Cómo patentar esa idea fabulosa que no quiero contarle a nadie?
La respuesta es: sirviendo al prójimo, soltando lo que tienes y sabes… aquí y ahora.
Y entonces la clave no está en ti, no está en lo que recibirás ni en lo que poseerás.
Está en ir al lugar del problema, atender a quien tiene la conciencia para dejarse ayudar y acompañarlo en su caminar. Todo lo demás son formas, y atarnos a esas formas es cosa del ego.
La revista se puede llamar ArmoníaF o tener cualquier otro nombre, pero su nombre no cambia su contenido ni su alma. Tú puedes cambiarte el nombre si quieres, pero sabes que sigues siendo tú, y tu alma sigue intacta. Suelta y sirve.
El único momento perfecto para comenzar a emprender, es hoy.
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