el espacio que habito

El espacio que habito

ArmoníaF Team Neuroarquitectura

¿Qué tanto pienso en el espacio que habito?

Nos han enseñado que la constancia es necesaria para alcanzar las metas que nos propongamos en la vida, respaldando a su vez en trabajo. Por lo cual ligamos la constancia al esfuerzo y a la fuerza de voluntad.

Como seres humanos somos una especie resiliente. Nos recuperamos de desastres causados por la naturaleza y por el hombre. Pero, así como las experiencias traumáticas dejan huella en nuestra historia y en la cultura, también marcan nuestra mente y emociones. 

Gracias a los avances de la neurociencia conocemos los efectos del trauma psicológico, el maltrato y el abandono. Los estudios han revelado que se producen verdaderos cambios fisiológicos. Incluyendo el aumento de las hormonas del estrés y alteraciones en el discernimiento de la información que se recibe a través de los sentidos.

Los traumas hacen que se desarrolle una alerta máxima ante las amenazas, perdiendo la espontaneidad de la vida diaria. Debido a esto constantemente se repiten los mismos problemas y cuesta aprender de la experiencia. Sin embargo, esto no es por la falta de constancia o fuerza de voluntad de la persona sino por cambios reales en el cerebro.

Los avances de la neurociencia también han abierto nuevas posibilidades para restituir sus daños. Se han desarrollado métodos y experimentos que acuden a la neuroplasticidad del cerebro para ayudar a sentirse bien en el presente y seguir adelante con su vida. 

Estos métodos están basados principalmente en tres vías. Reconectar o conectar con los demás procesando los recuerdos del trauma. Tomando fármacos o tecnologías que ayudan a cambiar el modo en que se organiza la información del cerebro y permitir que el cuerpo tenga experiencias que contradigan la sensación resultante del trauma.

Para que las vías tengan un resultado positivo en el momento presente la persona deberá cuidar o modificar su entorno. Es usual asociar el lugar en el que estábamos con una memoria. Esta función la llevan a cabo las neuronas del lugar que generan un mapa mental con la posición que ocupamos en el espacio en tiempo presente. Estas nos ayudan a diseñar la estrategia de movimiento, a planear cómo será nuestro recorrido.    

El cerebro está procesando cada instante nuestro lugar en el mundo, la posición de nuestro cuerpo y diseñando futuras posiciones. Esta información está unida con la memoria de la experiencia que estamos viviendo. Por ello la importancia de buscar o crear entornos enriquecidos. 

El espacio que habito

Cuando enriquecemos nuestros entornos de manera consciente habrá mayor cantidad de conexiones interneuronales. Es decir, se conectan neuronas sensoriales con neuronas motoras (neuroplasticidad). Como resultado tendremos la mejoría en la atención, en la memoria y en nuestra capacidad de toma de decisiones.

Un ambiente enriquecido es donde se cuida la cantidad de luz natural, la temperatura y la humedad del ambiente. Es importante que el espacio tenga un rincón verde o vistas hacia paisajes naturales. Cuando unimos un color con una imagen o un sonido con un símbolo o forma, podemos evocar una emoción donde nos sintamos identificados y produzcamos oxitocina.

La persona se sitúa en el espacio y este a su vez en la conciencia de la persona. El espacio se convierte en la extensión de su ser tanto físico como mental. Por ello, los espacios deben cubrir las necesidades físicas y corporales, pero también deben de organizarse para nutrir nuestros recuerdos, sueños y deseos. En tu mente, habla contigo misma, sobre el espacio que habito.

María Chávez PB 

Fuente:

Van der Kolk, B. (2015). EL CUERPO LLEVA LA CUENTA. Barcelona, España: ELEFTHERIA, S.L.

Castellanos, N. (2022). NEUROCIENCIA DEL CUERPO. España: Kairós, S.A.

Ver también La neurociencia de la generosidad

Vídeo La neurociencia de la manifestación

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