Confía

El Verdadero Amor, Confía

ArmoníaF Team Saber Estar 1 Comment

Les damos chupón o tetero hasta después de los dos años. Los llevamos en el cochecito hasta los cuatro años.

Nos encargamos de ducharlos y vestirlos aún con cinco años. Les servimos el agua y el jugo para que no se les bote aunque tengan seis.

Los dejamos dormir en nuestras camas hasta los siete o más. Les amarramos los zapatos pasados los ocho. Están a punto de cambiar de etapa en el colegio y le sacamos el bolso de los hombros para llevárselo.

Y así les vamos haciendo y haciendo las cosas. Esto con el objetivo de demostrarles cuanto los queremos, cuanto cuidado y protección estamos dispuestos a darle en este mundo difícil y complicado.

¿Sabías qué?

 

Al dejar el chupón o el tetero hasta después de los dos años puedes generar problemas de lenguaje. Llevarlos en el cochecito constantemente pasados los tres años dificulta el adecuado desarrollo motor propio de la edad.

Ducharlos y vestirlos limita la independencia y la autonomía. Dejarlos dormir con los padres incluso después de los siete les programa para pensar que hay algo negativo en la noche, en la oscuridad o el descanso.

Ni mencionar cómo se hace mella la vida íntima de los padres. Amarrar zapatos y llevar bolsos puede ser las acciones que detonen el acoso escolar por parte de los compañeros ante un niño inseguro socialmente. Generalmente es un pequeño con demasiada autoridad dentro de casa.

Entonces, ¿confiamos en nuestros hijos?

 

Y… ¿en nosotros mismos como padres? ¿Qué sucede cuando estos niños hipermimados e hiperatendidos entran en la adolescencia?

Nos encontramos con jóvenes temerosos, que no tienen muy claro el significado de perseverar, de ser resiliente, de esforzarse para lograr. Individuos que se quiebran con facilidad ante la crítica de un compañero o un superior.

Personas que no confían en su poder personal porque sus padres tampoco confiaron en ellos. Su poca capacidad para valerse desde niños en las actividades propias de la edad, tenemos aquí el perfil perfecto para el bullying.

A veces la reflexión como padres es sobre a ¿qué le temo? ¿Qué tanto debo demostrar mi amor para que se sienta?

En ocasiones estas dinámicas que se nos desbordan como adultos son recurrentes en historias de nuestra infancia. Probablemente tuvimos padres ausentes que nos empujaban a crecer más rápido de lo que nos tocaba o muy complacientes.

Sostenernos firmemente en creer en algo Superior y que nos hace perfectos como los padres de esos niños que nos han escogido, quizás no para otros,  pero para los nuestros seguro que sí.  Sencillamente porque hacemos todo lo que podemos.

Así, como nuestros padres también a su manera (buena o mala) hicieron lo que pudieron también. Reconciliarnos con estas ideas, nos da seguridad y confianza en nosotros mismos. También en la vida que tomamos de nuestros ancestros, quienes nos han permitido pasarla a nuestros hijos, nuestros más grandes tesoros.

Amar de donde venimos, nos permite amarnos a nosotros mismos. Confiar que lo que ha sucedido ha sido lo mejor, nos empodera como padres, nos deja soltar, comprender que no podemos ni podremos controlarlo todo.

Lo que sí podemos hacer, es formar personitas lo más capaces y holísticas posibles, recordando que eso solo sucede confiando en ellos al dejarlos hacer.

Como decía mi mamá: -“nadie nace aprendido”- y, Joan Manuel Serrat: -“se hace camino al andar”-. Siempre me repito: el verdadero amor, confía.

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