gracias

Agradecer no es decir ¡Gracias!

ArmoníaF Team Saber Estar Leave a Comment

La gratitud se aprende mecánicamente desde la más tierna edad. Pasa de ser un acto automático de urbanidad a un acto sentido y pleno en la edad adulta.

El estado de gratitud se puede comparar a un estado de Gracia como también se define un embarazo. Quizás porque estamos realmente plenos de vida y dichosos, los que nos pone en una frecuencia radiante de felicidad.

Cuando nos sentimos así nuestros niveles de energía aumentan. Vibramos dentro del campo ilimitado de la abundancia, la belleza y el amor. El cerebro segrega dopamina y oxitocina produciéndonos estados de paz, bienestar, contento.

Por lo tanto, sentir un estado de agradecimiento sincero no solo produce beneficios personales. También en el que recibe el gesto de gratitud y todo el entorno. Sin embargo, estar agradecido no es solo emitir la palabra “gracias” con emoción. La verdadera gratitud es una acción. Amerita que hagamos algo para mantener la compensación y el equilibrio entre el dar y tomar, según las Constelaciones Familiares.

El que da desmedidamente se convierte en víctima. El que toma solamente se convierte en vampiro. La palabra “gracias” no es gratitud, es cortesía. Gratitud es también hacer para el otro, retribuir ese estado de gracia es lo que mantiene el equilibrio en las relaciones.

Cuando no se siente gratitud por lo pequeño tampoco vendrá por lo grande. El que no compensa poco, tampoco lo hará en lo mucho y así va mermando el flujo de abundancia y con ello la vitalidad en la relación. De lo bueno que recibo, siempre doy un poquito más y así el otro siente la motivación o el compromiso de devolver. De lo malo que recibo, un poquito menos, así el otro entiende mis límites y se restablece el orden para continuar.

El cerebro y el alma deben entrenarse para ser agradecidos. Para aprender a compensar, a no dar todo por hecho. Es una actitud tremendamente egocéntrica fiarnos siempre en lo que nos falta. Porque damos por sentado que todo lo bueno tiene que ser sencillamente así.

Con mucha facilidad el cerebro recuerda lo malo, lo que falta. Aprender a “ver” o a decir “sí que afortunado soy” implica entrenamiento. Cuando aprendemos entonces realmente nos damos cuenta de todas las bendiciones de las que estamos rodeados. Diría inmersos, casi como para poder respirarlas y dejar que se adentren por nuestros poros. Dejándonos en un estado de “gracia” constante.

Una forma maravillosa de hacerlo es todas las noches hacer un repaso de nuestro día. Dar gracias a esa fuerza superior a la que le tengamos Fe (Dios, Ángeles, Santos, Virgen, Universo) con absoluta solemnidad y amor. Si lo deseamos, podemos incorporar una oración u otro rito para sumar acción al acto de agradecer dándole más fuerza.

En el caso de nuestro entorno, familiar, laboral, agradecer todos los días sinceramente. Por algo que alguna persona ha hecho por nosotros, incluso quizás si lo hizo inconscientemente y nos benefició sin darse cuenta. No importa, desde lo más nimio (el saludo, el café, manejar) este ejercicio nos enseña a valorar mucho los gestos amables de los que estamos rodeados día a día.

Los dejamos pasar desapercibidos. Este ejercicio nos ayuda a evaluar que las personas de verdad no tendrían por qué hacerlo si no quisieran. Nos saca del ego para ser más consciente de nuestra fortuna y autoevaluar también cuán equilibrado está nuestro estado de “Gracia”.

Escrito por

¿Quieres la Revista ArmoníaF?

Más de 3.000 personas reciben cada mes nuestra revista digital totalmente gratis. Recíbela tu también, por email y sin importar donde vivas. Puedes tener la primera hoy mismo: