Vida

¿Cuándo Olvidé Disfrutar mi Vida?

ArmoníaF Team Saber Estar Leave a Comment

Un día, me vi levantándome todos los días de madrugada. Una casa que atender, casi cuatro trabajos entre ellos un Centro de Atención a Familias. Dos niños, mis amados hijos: sus hábitos y rutinas, tareas, necesidades.

Un esposo, mi amado compañero: sus hábitos, rutinas, necesidades a su vez. Esa imagen de mí, día a día pasó presurosamente  elegante delante de mis ojos y solo sentí ganas de llorar, en un rincón como niña pequeña. Era mi vida.

Fue algo absolutamente extraño, porque si me preguntan mis hijos son sanos y les va bien en el colegio. En general también son empáticos con su entorno social, son bastante disciplinados, podría decirse que estoy plenamente orgullosa de ellos.

En cuanto a mi pareja, bien, con altos y bajos como toda relación, pero nutriendo continuamente el amor y los proyectos en común. Amo mis trabajos, los escogí yo, desde lo que me apasiona hacer.

Tengo amigos, de los buenos además, de esos de muchos años. También tengo nuevos amigos, así que salgo a comer de vez en cuando, socializo, en fin. Me preguntaba, cuál era el origen del agobio y la infelicidad.

Yo que me sentía tan orgullosa de no pertenecer a ese sistema laboral esclavo en horario y salario. Plena como madre, tan acompañada como esposa, y tan apreciada como amiga o profesional.

Estaba ahora allí, sin entender en qué momento fue que me olvidé de disfrutar las bendiciones de mi vida, Peor aún había caído en una dinámica tan repetida por años que me alejaba de la respuesta para resolverlo.

¿Cuándo fue que olvidé disfrutar mi Vida?

 

De verdad, no dándome un gustito, o una tarde libre, no. Es decir de pasar día tras día canturreando mientras manejo, o bailando mientras hago las faenas de la casa, o riéndome a carcajadas en medio de la jornada. ¿Dónde dejé eso? ¿En qué instante me perdí?

El asunto no era de forma, era de fondo, había pasado mucho tiempo cultivando lo mismo. Estaba recibiendo obviamente el mismo fruto, con exquisito néctar, pero lo mismo vez tras vez.

Eso aburre, es tedioso. Al parecer era el momento de desempolvar esos viejos sueños lejanos, pujantes por volver a la palestra.

Ese deseo de lo diferente, de transformación. Para encontrar un  ritmo más sincrónico al movimiento de las hojas con el viento y no de la tempestad de un huracán con ola y demás.

Fue una revelación de “darme cuenta”. Aquella imagen se convertía en llamado para tomar el disfrute merecido por todo el camino ya andado.

Me dije: «mi misma, es tu momento». Así que con papel y lápiz estructuré la lista de esos deseos anhelados desde hace mucho tiempo, y mi  rostro con solo escribirlos, empezó a sonreír.

¿Cuántas veces dejamos pasar la cosecha? Se nos pudre el fruto, se nos seca el terreno, sin comprender que es el momento de arar, de sobrepasar los propios límites pero esta vez para darnos gustos en la cotidianidad.

Decirse sí, sí puedo planear más placer, más diversión, más gozo, más de lo nuevo que he querido hacer hace tanto tiempo, decir sí, nos hace preparar la tierra para  plantar la nueva semilla y ver de qué forma maravillosa brota y nos deleita jugosamente de lo diferente.

Agradecí el mismísimo instante supresor de mi disfrute pues generó la energía para reencontrarlo más adelante a una escala superior. Bastó con “darme cuenta”.

Escrito por

¿Quieres la Revista ArmoníaF?

Más de 3.000 personas reciben cada mes nuestra revista digital totalmente gratis. Recíbela tu también, por email y sin importar donde vivas. Puedes tener la primera hoy mismo: