La felicidad de merecer
Merecer caminaba sin prisa por la orilla del río. El Amor la vio a lo lejos y esperó confiado.
Pero Ego, que estaba mucho más lejos, corrió a su encuentro y tomó a Merecer por la fuerza para llevársela lejos.
Pronto fueron al Centro Comercial y Ego le dijo: -Me compro esa ropa, porque yo lo valgo. ¡Mira ese automóvil deportivo!
Te voy a llevar a pasear por el mundo. Yo contigo, Merecer, siento que todo lo puedo.
Amor seguía en paz y alegre a la orilla del río, leyendo, creciendo y sirviendo a los demás.
Cuando llegaba al final del día, el se sentía vanidoso con todas las cosas que tenía. Sin duda, era digno de todo aquello en lo que posara su vista.
Merecer se sentaba a su lado y pensaba: ¡Yo no soy la mujer para ti! Así pasaron los años y a pesar de todo lo que tenía, Ego no se saciaba nunca.
Le reclamaba a compañía pues no le había dado la dicha que él anhelaba. Un día Ego, desesperado, se fue a la orilla del río.
Estaba lleno de odio. Cuando de pronto vieron a Amor.
Merecer no significa tener
Muchos niños jugaban con Amor, todos reían y cantaban pegando saltos de emoción. Los agricultores le llevaban parte de sus cosechas y comían miel, compartían con otros, que les proporcionaban ropa y sustento.
Enseñaba a los niños a hacer las cosas con dignidad y a los mayores les platicaba. Todos se sentían mejor cuando estaban con Amor. Los domingos hacían una feria donde se divertían y pasaban ratos muy placenteros.
-Ya lo ves Ego. Me llevaste contigo pero nunca ha funcionado de verdad ¿Y sabes por qué? Porque el lugar de Merecer siempre he sido al lado de Amor.
Se casaron y tuvieron tres hijas: Paz, Abundancia y ArmoníaF.
Y tu querido lector ¿Piensas que mereces por lo que haces, por lo que conoces o por tus dones y talentos? Pues hazlo todo desde el Amor y deja que el Ego se aparte pues con el como consejero nunca te sentirás ni satisfecho ni feliz.
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Imagen de Sasint en Pixabay
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